El dolor de perder a un hijo

4 de marzo del 2019


Esta historia debo contarla porque al escucharla me llegó a lo más profundo de mi corazón, me caló. Dije tengo que plasmarla porque esta no debe olvidarse.

Mi padre don David Rodríguez, uno de tres hermanos (Aparicio y Moisés), llegó a Caravelí el año 1918; se casó con mi madre Rosa Tapia. Ella tenía 21 años y mi padre 45.

El año de 1930 nace la primogénita Gliceria; el año 1931 nacen los mellizos Miguel y Juan; en 1932, Carmen, quien me cuenta esta triste y real historia que relataré. El año 1934, mi madre vuelve a tener por segunda vez otro parto, pero de mellizas: Rosa y Elba. En 1938, nace una nueva hermana, pero muere de 6 meses. El año 1941, mi madre tiene otro parto de mellizas: Sara y Bertha. Esta última muere de un añito.

A fines de 1943, mi hermano Miguel, que es el núcleo de esta historia, era un muchacho sano, fuerte, que tenía 13 años, buena talla, más claro que su mellizo Juan, y buen estudiante.

Mi hermana Carmen cuenta que mis padres vivían felices con sus siete hijos, pues como hemos visto murieron dos siendo muy pequeños. A mi padre le gustaba hacerlos competir entre ellos para ver quién tenía más fuerza, y él gozaba; pero mi hermana Carmen siempre salía ganando, para ella era fácil vencer a su hermana mayor Gliceria, así como hacerles la lucha a las mellizas a quienes también les ganaba.

Un día, 31 de diciembre de 1943, último día del año, mi padre estaba subiendo barro al techo porque se venían las lluvias (en esos años llovía bastante en Caravelí). Los mellizos Juan y Miguel estaban jugando y mi padre David le dijo a uno de ellos, Miguel, que le alcanzara un balde de barro. Mi abuelita, que siempre estaba sentada en el corredor, al oír esto le dice a mi papá: “Miguel está enfermo y ahora mismo voy a traer al médico”. Al retornar mi abuelita con el médico, Miguel no quiso que lo revisara. Mi hermana Gliceria le ofreció una naranja huando que tenía si se dejaba revisar con el doctor. Miguel accedió y el médico le revisó la boca, de igual manera con su estetoscopio chequeó los pulmones; luego abrió su maletín y extrajo una inyección y se la puso a Miguel. El médico se despidió, este habría dejado la casa unos cinco minutos, cuando mi hermano empezó a convulsionar, se jalaba los pelos, lloraba, decía “qué me han hecho, qué me han hecho”. Era una escena triste y terrible, mi madre trataba de calmarlo, pero él repetía jalándose los pelos “¡Dios, qué me han hecho!”. Salieron a traer nuevamente al doctor; este lo observó, de igual manera abrió su maletín, sacó otra inyección y se la puso. Al instante Miguel, mi hermano el mellizo, el sano, el fuerte, el buen estudiante, el más bueno, quedó sin habla. Mi madre lloraba desesperadamente al ver a su hijo en ese estado, igualmente mis hermanas. Mi madre, mis hermanas le hablaban;  él solamente las miraba y de sus ojos brotaban lágrimas que llegaban a lo más profundo de los corazones. Él estaba consciente pero no podía hablar; permaneció en ese estado por cerca de 24 horas. En ese tiempo, mi padre, que era reparador del telégrafo, tenía que viajar a chequear la línea. En esta situación se acercó donde su jefe (don Avelino Valdivieso); mi padre le contó los momentos que estaba viviendo, pero su jefe fue renuente, le dijo que tenía que viajar, que era su responsabilidad. Mi padre conversó con mi mamá y le dijo que tenía que viajar, porque de lo contrario iba a perder el trabajo.  Antes de salir de viaje, se despidió de su hijo Miguel que estaba moribundo: fue una escena de inmenso dolor. Mi padre estaría a medio camino, cuando Miguel fallece. Un hermano querido Mariano (David) va a su encuentro para que regrese. Mientras tanto, la casa se vestía de tristeza por la partida de un muchacho de 13 años que había estado con una simple gripe, pero que un doctor lo mató. Llegó a la casa su profesor Jaime Zender, al verlo a Miguel lo abrazó y exclamó: “¡Han matado a mi mejor alumno, miren sus labios están morados, sus uñas están negras!”.

En Caravelí hubo repique de campanas como señal de muerte. La gente se preguntaba quién ha muerto. Al saber que era Miguel Rodríguez decían: “Pero si ayer lo he visto montando a caballo con su hermano”. Mi padre retornó de viaje y encontró a su hijo, que estaba vivo hace 24 horas, ya muerto. Esta fue otra escena de mucha tristeza donde los corazones se rompen de dolor. El día 2 de enero del año 1944 fue enterrado mi hermano Miguel, el mellizo de Juan, y el día 3 de enero de 1944 mi madre dio a luz a un varón que pusieron por nombre Jorge Miguel.

Posdata: Esta historia me ha sido contada por mi hermana Carmen hace una semana, estando en mi tierra Caravelí (25/02/2019). En ese entonces Caravelí era una provincia recién creada que carecía de alumbrado público, agua potable, posta médica y vías de comunicación hacia la costa. En ese entonces, en la década de 1940, gobernaba el Perú el Dr. José Luis Bustamante y Rivero, un abogado arequipeño que fue sacado del gobierno por un golpe de Estado dado por el general Manuel A. Odría en 1948.


Comentarios

  1. Creo que hay un error cuando narra que mi padre y sus 2 hermanos Aparicio y Moises llegan de Coracora a Caraveli el año 1928 debe ser 1918 o antes por que mi hemamo Luis nace el año 1920 y Juana es mayor que Luis.

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